lunes, 30 de septiembre de 2013

CUARENTA Y DIEZ


 
Escribe Dianeth Pérez

El 29 de septiembre cumplí 10 años en los Países Bajos. En menos de dos meses cumpliré 40 años de edad. Esta es una muy mala combinación. Cuando recién llegué a este país me dijeron que cuando tuviera una década viviendo aquí hablaría perfecto holandés, estaría totalmente “adaptada” y mi vida social sería intensa. 


Para alguien que acaba de llegar, el idioma suena terriblemente imposible, el sentimiento de turista tarda años en irse y la vida social es inexistente. Tras estos diez años, me defiendo con el holandés, no me siento "adaptada” (no me gusta esa palabra) y mi vida social apenas empieza.

Por otro lado, llegar a los cuarenta no es fácil. Una ha llegado a lo que se supone es la mitad de su vida. No, ya no se es joven. Basta de engañarse. A los cuarenta se supone que una ya tiene “hecha” su vida, ya no se pregunta “¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿qué va a pasar conmigo?, ¿qué me traerá el futuro?”.

Si estuviera viviendo en México tendría la respuesta a estas preguntas. O no. Tal vez  sea el preguntarse todo esto lo que llaman la crisis de los cuarenta. No sé qué pasará conmigo, dónde viviré, ni si tenga sentido hacer planes. Siempre con un pie aquí y otro allá... ¿Es la nostalgia un motivo para irse?, ¿Es la estabilidad un motivo para quedarse?

Tal vez el México que extraño sólo exista en mi imaginación. Ese dejó de existir cuando vine a Europa, pues la vida siguió su curso y ahora existe un país que se ha reinventado a sí mismo por 10 años. La vida entonces, es eso que pasa del otro lado del mundo, sin mi. Esto que pasa aquí es una sucesión de estaciones. Una sala de espera. Tal vez, si me voy, quiera volver.

Pero basta ya de tratar de encontrarle sentido a esta confusión. Todo expat que se respete ha pasado por esto en algún momento y ha hecho las tres afirmaciones: allá todo es mejor, aquí todo es mejor y finalmente el equilibrio: No hay cosas buenas ni malas, sino diferentes.

Sin duda una disfruta más de su experiencia en otros países cuando tiene un boleto de regreso. Cuando no lo hay, hay que mantener la nostalgia a raya, los orígenes desempolvados y el sentido común al alcance de la mano.

¿Qué va a pasar conmigo entonces? No lo sé a largo plazo, la vida está llena de sorpresas y afortunadamente se ha portado bien conmigo. Si la mitad del viaje ya está hecho, quiero entonces compararlo con un paseo en la montaña rusa. La mitad es el lento traca-traca-traca hasta la cima. Lo que sigue es lo mejor.
Dianeth Pérez Arreola (México) es egresada del Máster en Comunicación Periodística, Institucional y Empresarial. Licenciada en Ciencias de la Comunicaciónpor la Universidad Autónoma de Baja California, actualmente vive y desempeña su actividad en Leiden (PaísesBajos).