martes, 16 de septiembre de 2014

EL GRITO EN HOLANDA

  Escribe Dianeth Pérez 

Al final decidí ir a la ceremonia del Grito de Independencia organizada por la Embajada en Holanda. Siempre he ido, pero esta vez el descontento y la irritación por la actuación del gobierno en cuestiones como las reformas, el encarcelamiento de Mireles, el proceder tras el desastre ecológico causado por el Grupo México en Sonora, la compra del avión presidencial y un largo etcétera, me habían hecho dudar.

Sin duda por un lado, es ir a hacerle bola para la única aparición pública ante los mexicanos en Países Bajos, al embajador Eduardo Ibarrola. Como antecedentes, valga saber que como subprocurador jurídico y de asuntos internacionales de la PGR, armó de manera deficiente los expedientes o inició a destiempo los procesos contra Ángel Isidoro Rodríguez y Carlos Cabal Peniche. Estas acciones permitieron que no pudieran ser extraditados o que al llegar a México no se les pudiera acusar. Además a Ibarrola se le responsabiliza por ayudar a lograr la exoneración de Raúl Salinas de Gortari por lavado de dinero.

Trapitos sucios aparte, los embajadores vienen y van, y somos los mexicanos de “a pie” los que seguimos aquí; los que estudian, trabajan o hemos formado una familia con un holandés. Los que hayan vivido un tiempo fuera de México podrán entender la nostalgia del país perdido: su gente, su idioma, su calidez, sus sabores y olores.

Así como el PRI no es dueño de los héroes de independencia, tampoco el gobierno es el propietario del orgullo de ser mexicano. El 15 de septiembre, en el caso de Países Bajos, es la única oportunidad de mostrar un poco de nuestra cultura, historia y gastronomía a nuestras parejas, hijos y/o amigos. 

Esta vez el evento fue diferente. Hubo invitados del gobierno de Holanda y embajadores de otros países. En un arranque de –no sé si de ingenuidad o temeridad-, Ibarrola mencionó en su discurso las reformas llevadas a cabo por el gobierno de México. Tuvo el buen tino de no mencionar el nombre del presidente, pues seguro lo abucheamos. 

Empiezo de negar con la cabeza al escucharlo, incrédula. “Estas reformas permitirán inversión extranjera” dice, mientras yo traduzco: “Shell estará feliz de adueñarse de Pemex”. Ibarrola deja el tema y dice: “México es la economía número 14 a nivel mundial y la segunda en América Latina”. Atrás de mí alguien dice “¿Cuál éramos hace 6 años?, ¿la 12?”. 

El Embajador sabe que navega por aguas peligrosas, así que ensalza la relación México-Países Bajos y la califica de “inmejorable”, con lo que termina su discurso. Siguen los himnos nacionales, el Grito, bailables, comida, cerveza mexicana y tequila. 

Estamos ahí para vivir a México por unas horas; escuchar español, degustar la comida, cantar el himno, ver y hacer amigos. Estamos ahí como mexicanos que quieren a su país, que les duele verlo hundido en la corrupción, en la injusticia y en la violencia; como mexicanos que extrañan su país y lo quieren compartir con los suyos, no para aplaudir los discursos ni hacerle el favor a nadie.
 
Dianeth Pérez Arreola (México) es egresada del Máster en Comunicación Periodística de la Universidad Complutense de Madrid. Colabora en varios proyectos periodísticos y vive en los Países Bajos desde 2003.