Escribe Dianeth Pérez
Apenas el 11 de marzo la televisión holandesa emitía una entrevista con la periodista Anabel Hernández, a propósito del lanzamiento de la plataforma MéxicoLeaks. Ahí narra como el Secretario General de Seguridad Pública, Genaro García Luna, dio la orden de matarla en 2011.
Cuatro días después, medios como Aljazeera, El País, BBC y The Wall Street Journal, informaban del despido de una de las voces más emblemáticas de la comunicación en México: Carmen Aristegui.
El rompimiento entre
MVS y la periodista ya se veía venir. El despido de dos de sus colaboradores
fue para ponerla entre la espada y la pared, pero el verdadero motivo de su
salida a todo el mundo le queda claro, se llama Enrique Peña Nieto.
Incomodado por el temas
como Tlatlaya, Atenco, Ayotzinapa, el conflicto de intereses con el Grupo Higa
y las casas de su esposa y su secretario de Hacienda, el destape de la red de
prostitución dentro de las oficinas del PRI, las críticas por su viaje a Reino
Unido y la imposición de Eduardo Medina Mora como Ministro de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación, Enrique Peña
Nieto exigió la cabeza de Aristegui.
Este mes el Ministro de
Justicia holandés, Ivo Opstelten y su Secretario de Estado, Fred Teeven,
dejaron sus cargos al descubrirse que engañaron al parlamento con la cantidad
de un pago compensatorio hecho a un narcotraficante… en 2001.
La vergüenza y desde
luego la presión social, ocasionaron la salida de los funcionarios, que por
cierto, pertenecen al mismo partido político que el Ministro Presidente, Mark
Rutte.
Pero volviendo a
México, es evidente que los políticos no tienen vergüenza, y que sólo muertos o
“chapulineando” a otro hueso más carnoso es posible separarlos de sus cargos.
No importa que se les cuestione sobre sus propiedades, sus derroches y las
investigaciones de que son objeto. Ellos aguantan la tormenta estoicamente.
Tampoco tienen empacho
los legisladores cuando se sabe que son premiados por aprobar leyes que hunden
al país, cuando se autorizan bonos y compensaciones y cuando sus misteriosas
ausencias son clave a la hora de votar.
¿Y qué decir de un
presidente que se compra un avión de 580 millones de dólares en un país con más
de 50 millones de pobres?, el mismo que realiza viajes oficiales en medio de
crisis sociales y políticas, que impone a un ministro a pesar de tener 50 mil
firmas en contra, y que ahora se sale con la suya con el despido de Aristegui.
No puedo describir la
incredulidad que todo lo anterior provoca en los holandeses, porque México hace
tiempo que está presente en las noticias nacionales; lo que más ha llamado la
atención: el soborno de 14 millones de dólares que pagó el gobierno para hacer
a los mexicanos blancos, a la policía honesta y al villano extranjero.
No, no acusan a los
políticos por esta falta de vergüenza, de integridad, de compromiso y de
voluntad, sino a quienes lo permitimos. Nosotros también hemos aprendido a
aguantar la tormenta estoicamente.
Dianeth
Pérez Arreola (México) es egresada del Máster en Comunicación
Periodística de la Universidad Complutense de Madrid. Colabora en varios
proyectos periodísticos y vive en los Países Bajos desde 2003.